martes, 21 de abril de 2009

Reflexiones del compañero Fidel Castro


Ni ni excomulgados en la Cumbre de Puerto España pudimos conocer hasta hoy lo que allí se discutió. Nos hicieron concebir a todos las esperanzas de que la reunión no sería secreta, pero los dueños del espectáculo nos privaron de tan interesante ejercicio intelectual. Conoceremos la esencia, pero no el tono de voz, ni los ojos, ni los rostros que tanto reflejan las ideas, la ética y el carácter de las personas. Una Cumbre Secreta es peor que el cine mudo. Durante unos breves minutos la televisión sacó algunas imágenes. A la izquierda de Obama estaba un señor al que no pude identificar bien, cuando ponía la mano sobre la espalda de Obama, como un colegial de ocho años a un compañero de la primera fila. A su lado, de pie, otro del séquito lo interrumpía para dialogar con el presidente de Estados Unidos; vi en los que lo importunaban la estampa de una oligarquía que jamás conoció el hambre y en la poderosa nación de Obama esperan tener el escudo que protegerá el sistema contra los temidos cambios sociales.
En la Cumbre prevalecía, hasta ese momento, una extraña atmósfera.
El espectáculo artístico del anfitrión brilló realmente. Pocas veces, tal vez nunca, vi algo parecido. Un buen locutor, al parecer trinitario, había dicho con orgullo que era algo único.
Fue un verdadero derroche de cultura y a la vez lujo. Medité un poco. Calculé cuánto costaría todo aquello y de repente me di cuenta que ningún otro país del Caribe podía darse el lujo de presentar un espectáculo semejante, que la sede de la Cumbre es inmensamente rica, una especie de Estados Unidos rodeado de pequeños países pobres. ¿Podrían los haitianos con su riquísima cultura o Jamaica, Granada, Dominica, Guyana, Belice u otra, ser sede de una Cumbre tan lujosa? Sus playas pueden ser maravillosas, pero no estarían rodeadas de las torres que caracterizan el paisaje trinitario y acumulan con esa materia prima, no renovable, los cuantiosos recursos que hoy sustentan las riquezas de ese país. Casi todas las restantes islas que integran la comunidad del Caribe, situadas más al norte, son directamente batidas por los huracanes de creciente intensidad que todos los años azotan a nuestras hermanas islas del Caribe.
¿Alguien habrá recordado en esa reunión que Obama prometió invertir cuanto dinero se requiriese para autoabastecer a Estados Unidos de combustible? Tal política afectaría directamente a muchos de los Estados allí reunidos que no podrán disponer de las tecnologías y las enormes inversiones requeridas para un esfuerzo en esa u otra dirección.
Algo realmente me impactó en la etapa de la Cumbre transcurrida hasta hoy sábado 18 de abril, 11 y 47 minutos, en que escribo estas líneas: el discurso de Daniel Ortega. Me prometí a mí mismo no publicar nada hasta el próximo lunes 21 de abril para observar lo que ocurría en la famosa Cumbre.
No habló el economista, el científico, el intelectual o el poeta. Daniel no seleccionó palabras rebuscadas para impresionar a sus oyentes. Habló el Presidente de uno de los cinco países más pobres del hemisferio, el combatiente revolucionario, en nombre de un grupo de países
centroamericanos y la República Dominicana que está asociada al SICA.
Bastaría ser alguno de los cientos de miles de nicaragüenses que aprendieron a leer y escribir en la primera etapa de la Revolución Sandinista, en que el índice de analfabetismo se redujo de 60% a 12%, o cuando de nuevo Daniel recibió el poder en el 2008, que había alcanzado el 35% de analfabetismo.
Su discurso duró aproximadamente 50 minutos, con voz pausada y serena, pero si lo reprodujera completo haría demasiado extensa esta reflexión.
Sintetizaré su singular pronunciamiento utilizando sus propias palabras textuales en cada una de las ideas básicas que transmitió. No utilizaré puntos suspensivos y lo haré con las comillas sólo cuando Daniel se refiere a las palabras textuales de otra persona o instituciones:
Nicaraguarecurrió a la Corte Internacional de Justicia de La Haya: presentó su demanda en contra de la política de guerra, de la política terrorista que venía desarrollando el presidente Ronald Reagan en nombre de Estados Unidos.
Nuestro delito: habernos liberado de la tiranía de Anastasio Somoza, impuesta por la intervención de las tropas yankis en Nicaragua.
Centroamérica se ha visto sacudida desde el siglo antepasado por lo que han sido las políticas expansionistas, políticas de guerra que nos llevaron a unirnos los centroamericanos para derrotarla.
Luego fueron las intervenciones que se prolongaron desde el año 1912 hasta el año 1932 y dejaron como resultado la imposición de la tiranía de los Somoza, armada, financiada y defendida por los gobernantes norteamericanos.
Tuve la oportunidad de encontrarme con el presidente Reagan en plena guerra, nos dimos la mano y le pedí que cesara la guerra contra Nicaragua.
Tuve la oportunidad de encontrarme con el presidente Carter y cuando me decía que “ahora que había salido la tiranía de los Somoza, el pueblo nicaragüense era hora de que Nicaragua cambie”. Le dije: No, Nicaragua no tiene que cambiar, los que tienen que cambiar son ustedes, Nicaragua nunca ha invadido a Estados Unidos; Nicaragua nunca ha minado los puertos de Estados Unidos; Nicaragua no ha lanzado una sola piedra en contra de la nación norteamericana; Nicaragua no ha impuesto gobiernos en Estados Unidos; son ustedes los que tienen que cambiar, no los nicaragüenses.
En plena guerra todavía, tuve la oportunidad de encontrarme con quien recién había asumido la presidencia de Estados Unidos, George Bush, padre. En un encuentro en Costa Rica, el año 1989, cuando nos sentamos quedamos frente a frente el presidente Bush y yo, él lo comentó: “Aquí ha venido la prensa porque quieren vernos pelear al Presidente de Estados Unidos y al Presidente de Nicaragua e hicimos el esfuerzo de no darle gusto a la prensa”, dijo Bush.
Nicaragua seguía sometida todavía a la guerra impuesta por Estados Unidos; ante la demanda que Nicaragua presentó ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, la Corte falló y dictó sentencia, dijo con toda claridad que “Estados Unidos debía detener todas sus acciones militares, minado de los puertos, financiamiento de la guerra; que debía indicar en qué lugar estaban las minas que habían colocado y se negaban a dar esa información”, mandaba además al gobierno de Estados Unidos a indemnizar a Nicaragua, también por el bloqueo económico-comercial que le había impuesto.
Las luchas que estamos librando en Nicaragua, en Centroamérica y en América Latina para liberar a nuestros pueblos del analfabetismo, son luchas que las estamos librando con la solidaridad incondicional, generosa, del hermano pueblo de Cuba, de Fidel, que fue el que promovió esos procesos solidarios de alfabetización, y su presidente Raúl Castro, que les ha dado continuidad a estos programas, abiertos para todos los pueblos latinoamericanos y caribeños.
Luego se ha incorporado con un espíritu generoso el pueblo bolivariano, el pueblo de Venezuela, con su presidente Hugo Chávez Frías.
Aquí estamos presentes una gran mayoría de los Presidentes y Jefes de Gobierno de América Latina y el Caribe; están participando el Presidente de Estados Unidos, el Primer Ministro de Canadá; pero aquí hay dos grandes ausentes: uno, Cuba, cuyo delito ha sido luchar por la independencia, por la soberanía de los pueblos; prestar solidaridad, sin condiciones, a nuestros pueblos, y por eso se le sanciona, por eso se le castiga, por eso se le excluye. Por eso yo no me siento cómodo en esta Cumbre, no puedo sentirme cómodo en esta Cumbre, siento vergüenza de estar participando en esta Cumbre con la ausencia de Cuba.
Otro pueblo no está aquí presente, porque, a diferencia de Cuba, una nación independiente, solidaria, ese otro pueblo está sometido todavía a las políticas colonialistas: me refiero al hermano pueblo de Puerto Rico.
Estamos trabajando para construir una gran alianza, una gran unidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Llegará el día en que ahí también, en esa gran alianza, estará el pueblo de Puerto Rico.
En la década de los cincuenta la discriminación racial estaba institucionalizada, era parte del modo de vida norteamericano, parte de la democracia norteamericana: los negros no podían entrar en los restaurantes de los blancos, ni en los bares de los blancos; los niños, hijos de familias negras, no podían ir a las escuelas donde estudiaban niños blancos. Para romper el muro de la discriminación racial fue necesario —y eso lo sabe mejor que nosotros mismos el presidente Obama— Martin Luther King, decía: “Yo tengo un sueño”. El sueño se hizo realidad y el muro de la discriminación racial se desplomó en Estados Unidos de América, gracias a la lucha de ese pueblo.
Esta reunión, este encuentro se inicia, precisamente, el día en que se inició la invasión a Cuba el año 1961. Conversando con el presidente de Cuba, Raúl Castro, me daba algunos datos Raúl: “Daniel, el presidente Obama nació el 4 de agosto de 1961, tenía tres meses y medio cuando se logra la victoria en Playa Girón el 19 de abril de ese año; evidentemente, no tiene responsabilidad en ese hecho histórico. El 15 de abril, los bombardeos; el 16 se proclama el socialismo, por Fidel, en el entierro de las víctimas; el 17 comienza la invasión; el 18 continúan los combates y el 19, la victoria, antes de las 72 horas. Raúl.”

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