miércoles, 22 de diciembre de 2010

Uruguay: La historia no los absolverá.

Pierdan cuidado

UN 22 DE DICIEMBRE DE FLORES MUTILADAS QUE VUELVEN A CRECER A PESAR DE LA CONSPIRACIÓN TRIUNFALISTA Y QUE CRECERÁN MUCHO MÁS SI LAS REGAMOS CON OJOS ATENTOS Y AGUANTE TENÁZ DE OBRERO REVOLUCIONARIO

"Esigual que con un hijo. Se conversa, se dialoga, se escucha, se tironea, pero después debe resolver el padre. El gobierno debe gobernar; si no, renuncia (…) Si unos pocos, que bastante privilegiados están, no juntan la basura y toda la sociedad está molesta porque tiene derecho a vivir en una sociedad limpia, alguien debe laudar. ¿Puede un pequeño grupo de personas decir que no hace más casamientos?" (Ernesto Agazzi). 

“El gobierno ha encontrado un buen equilibrio entre la paciencia, la disposición al diálogo, la tolerancia y la búsqueda de consensos, y el ejercicio de la autoridad" (Danilo Astori).

“Comprendemos como inevitable la decisión de pedir la esencialidad de los servicios de recolección ante el riesgo de la salud de los montevideanos. Los más afectados son los más humildes” (Eduardo Lorier).

El clásico paternalismo demagógico de siempre, mezclado ahora con los berrinches de la barra brava progre ávida de patoteos anti ultraje, es la impronta “cultural” futbolera con la que el co-gobierno, sin nada de originalidad y con mucho de aventurerismo irresponsable y reaccionario, ha decidido (re) presentar en sociedad lo que ya no podía seguir posponiéndose mucho tiempo más, especialmente después del histórico paro general del 7 de octubre, que a todos supo mostrarnos el principio del fin del súbito y apacible paraíso terrenal en que se había convertido el país desde el 2005, según los creativos mediáticos del salvataje burgués del Río de La Plata.


La explosiva seguidilla de conflictos sindicales posteriores a aquella formidable jornada de protesta y reivindicación que el presidente calificaría graciosamente de “entretenida” al constatar el fracaso rotundo de los llamados oficiales y oficiosos a la gran carnereada patriótica, tenía que ser necesariamente pintada por los inventores del flamante edén criollo, como obra diabólica del omnipotente cascarriaje ultraradical desparramado al bardo por todo el país y enseñoreado de un dócil movimiento sindical corporativista empujable al matadero como rebaño, tal como históricamente ha pintado estos intermitentes estallidos de realidad, no la izquierda tradicional de la que se vanaglorian formar parte el presidente y sus incondicionales, sino la derecha tradicional de la vacunocracia financiera pro imperialista instigadora del golpe de Estado del 27 de junio de 1973.

Los conflictos no están motivados únicamente por elementales reclamos salariales, sino también por sistemáticas y viejísimas arbitrariedades patronales con complacencia gubernamental, que afectan la estabilidad laboral, las condiciones de trabajo generalmente cuarteleras, el pisoteo del derecho a la sindicalización, y, además, por las enfermizas presiones del co-gobierno para imponer de contrabando una cacareada reforma del Estado que es en realidad la profundización de una reorientación burocrático administrativa tendente a la total tercerización de los servicios públicos, la entrega al capital privado de un mercado de consumidores cautivos de esos mismos servicios imprescindibles y la consecuente digitación plena, también privada, de las arcas estatales nutridas por abultadísimos aportes sociales compulsivos –directos e indirectos-, procedentes en su inmensa mayoría de los sectores asalariados menos perjudicados por la pérdida sostenida de poder adquisitivo (el 20 % de los ocupados; al 80% restante, se los afana a través de los impuestos indirectos al consumo; con el IRPF, el gran capital aporta menos impuestos que antes de su presente e inédita súper bonanza expresada en las cifras del PBI).

Al igual que con los nunca olvidados co-gobiernos blanqui-colorados y el adefesio cívico-militar de los ´70/´80, no hay manera de sostener y ahondar el neoliberalismo entreguista auspiciado desde los centros del poder imperial, que no sea la prepotencia, el “ejercicio de la autoridad” y, obviamente, la asfixia de las presiones sociales ocasionadas por las mismas secuelas neo-liberales, sobre todo si estas presiones vienen del lado del movimiento sindical y van prefigurando una recomposición esperanzadora y cualitativamente superior del movimiento popular, ayer reventado por los milicos y hoy aún relativamente aherrojado por los cantos de sirena y las manipulaciones populistas de un mesianismo encuentrista del que algunos ambiguamente pretender desmarcarse, no haciendo otra cosa, con sus hechos ambivalentes y retorcidos, que colocarse en la detestable categoría histórica del oportunismo, hermano inseparable de la traición y motivo insuperable del seguro repudio popular, más tarde o más temprano.

Cualquier botón lo sabe. Colocado frente al liceo o a la salida del baile, la mera cercanía del uniforme represor incita a la bronca o al temor, o a ambos, y siempre, indefectiblemente, es la mejor herramienta de provocación que pueda ocurrírsele montar a cualquier comisario de barrio con ganas de dar palos y hacerte pasar la noche en los calabozos de la seccional más próxima, o algo peor aún. Lo sabe también cualquier ministro o burócrata del gobierno, mucho más cuando buena parte de ellos han sido víctimas directas de las pequeñas y las grandes provocaciones montadas un millón de veces por los otros tradicionales, los de la derecha histórica y su histórica condición de vendepatrias profesionales.

Cualquier ministrucho sabe muy bien que tantear y querer amedrentar a los trabajadores mediante decretazos represivos y amenazas leguleyas, equivale a la forma más sencilla de montar provocaciones cuyas proyecciones nadie puede adivinar, por más seguridad que se crea tener de que todo será controlable, neutralizable, o, en última instancia, masacrable.

El co-gobierno del sublime salvataje burgués ornamentado con poesía de capitalismo bueno y humano, no sólo no ha sido nada original en la presentación de la fase represiva lisa y llana, sino que tampoco lo ha sido en la técnica que podríamos llamar política, con la que ya sus socios burgueses habían logrado más de una vez conducir al pueblo a encerronas fatales y duraderas frustraciones de las que no se sale de un día para el otro. El co-gobierno se desnuda de disfraces imposibles de seguir luciendo, pero lo hace tratando de lucir ahora, como si fuera distinto, el mismo ropaje gorilón, pizarrero y farsesco, de los viejos ricos con los que se ha propuesto inyectarle vida al muerto que camina y que a su paso no puede más que sembrar provocaciones, miedos, amedrentamiento, pero también, nuevos odios, nuevas radicalizaciones y, también -nadie debería dudarlo-, nuevos, desconocidos y potentísimos reflejos del movimiento popular, para no terminar concluyendo que el destino fatal del pueblo trabajador es el de la sumisión sin límites.

Esta vez, también, el camino elegido es el clásico y estúpido camino de la tocada de oreja, del dedo en el traste, del escarnio y la satanización; la pulseada rastrera del que no pelea con razones, sino con tramposas manipulaciones y toda la cobardía intelectual que se necesita para hacer del engaño, la mentira y las matoneadas irresponsables, una pretendida estrategia política de falaz “interés general” defendido por “buenos padres de familia”.

El nuevo capítulo conspirativo del heroico rescate burgués mancomunado, recién empieza, y no será ni fácil ni sencillo no perder la calma y no dilapidar en un santiamén lo poco o lo mucho que se haya podido ir atesorando en la penosa y muy ardua tarea de recomponer un movimiento popular diezmado por la ultraderecha clásica y al que hoy se pretende rematar desde las testas iluminadas de la autoproclamada izquierda ultratradicional y ultraprogresista que todo lo sabe y todo lo controla como no podrían hacerlo ni dios ni el diablo juntos.

(Este es un paréntesis que nos gusta reiterar cada tanto, aún a riesgo de creerse que se hace una extrapolación mecanicista de tiempo y espacio: en la Italia del primer cuarto de siglo pasado, el crecimiento del ascendiente del fascismo sobre muy buena parte del pueblo italiano y el crecimiento de sus expectativas optimistas respecto a la eventualidad de un gobierno de mano dura y autoritario, se produjo proporcionalmente al crecimiento de la descomposición ideológica, el abandono de los principios y la corrupción, en las filas de lo que entonces podía considerarse la izquierda tradicional italiana: el partido socialista que había arrasado en las elecciones municipales y que de partido socialista pasó a ser en los hechos el partido de la burocracia estatal acomodada, proveyendo al futuro poder fascista cuadros de la estatura inmoral de Mussolini y otros también salidos de ese mismo partido que en muy poco tiempo abandonó principios e ideales de justicia social e igualdad, entretejiendo la nueva unidad, estrechísima y miserable –como diría Antonio Gramsci- de los nuevos ricos que le abrieron las puertas y las ventanas al capítulo más triste de la historia italiana.

Fue, pues, la izquierda tradicional corrompida y ensoberbecida, y no la ultra izquierda, la que facilitó el advenimiento y el ascenso de una feroz dictadura que también, por supuesto, invocaba aspiraciones de “socialismo a la italiana” y se aliaba al nacional-socialismo imperialista de Hitler, mientras éste exterminaba uno a uno a los comunistas alemanes y perseguía sin tregua a todo aquel que pretendiera contribuir a la preservación de un movimiento popular no obediente a ningún autoritarismo).

Hoy las maracas progre tocan a triunfo, aflora el machismo futbolero en las huestes catatónicas de la izquierda ultra tradicional, sacan pecho hasta los que no lo tienen. Nos laburan a lo papá y se toman en serio lo de agarrarnos de hijos. Les siguen el ritmo –y se lo marcan- los Néber Araújo, los Fasano y los Opus Dei del “cuarto poder” asociados a la Secta Moon y la CNN. Todo el circo funciona a las mil maravillas, tanto que, según los titulares chupamedias y repugnantes de la prensa “pluralista”, juntando basura y haciendo de rompehuelgas, “los militares vuelven al seno del pueblo” y “el pueblo le gana a los municipales” con el decreto antisindical de “esencialidad” de la recolección de residuos.

No es fácil evitarlo. Pero estaría bueno no caer en el contagio de este machismo fanático, al revés. O sea, sentir que el repliegue de los municipales, por ejemplo, o la mesura de los bancarios, o cualquiera otra situación que imponga a los trabajadores organizados dar un paso al costado y re oxigenar el cerebro y los puños, son derrotas o palizas propinadas por un populismo evidentemente enroscado en una auténtica conspiración que, más allá de sus aparentes éxitos puntuales más o menos duraderos, está condenada de antemano al repudio y la resistencia histórica no precisamente de cuatro ultras a los que las “vaquitas sagradas” les tienen muchas ganas.

La conspiración no es ni muy sorprendente ni recién ahora queda por primera vez en evidencia. Era algo olfateable en el aire como el ron-ron del gato que no se sabe si descansa o afila las uñas y los dientes preparándose para la cacería.

Su peculiaridad, el rasgo definitorio de su esencia peligrosísima, está dado por un solo dato para nada subestimable: buena parte de sus autores intelectuales y sus irresponsables ejecutores, asistidos por los creadores intelectuales de la parafernalia teórica del “aliancismo” encuentrista cupulario hasta por ahí nomás justificable a inicios de los ´70, son unos pocos de los que antaño nos llevábamos el mundo por delante listos para hacernos del poder a la vuelta de la esquina, con la diferencia nada despreciable, hoy, de que los nenes crudos morfados ahora, no son precisamente los nenes “bien” del pachecato, la JUP y el Escuadrón de la Muerte en la ilusa y suicida conspiración presentada en sociedad y ahí mismo destrozada, el 14 de abril de 1972, sino trabajadores, dignos trabajadores nada distintos a los integrantes de la clase trabajadora en abstracto venerada y reverenciada por súper marxistas-leninistas de biblioteca para los que la clase, en la menos peor de las suertes, es sí el rebaño al que se caga a palos y se militariza, si no obedece a una manga de retorcidos de la cabeza y el alma, tengan partido o no lo tengan, se declaren “socialistas” o no.

Así que –lo digo en esta fecha tan especial para los que abrazamos la revolución con muchos errores, es cierto, pero con amor auténtico y sano por los más débiles y oprimidos del mundo entero-, a no entrar por el aro, a no dejarnos ganar ni de lejos por la química del triunfalismo ombliguista nacido del derrotismo petulante –aunque parezca, y lo sea, una paradoja- de los que verdaderamente se han graduado definitivamente como mariscales de derrotas y salvadores de los que los han derrotado. O sea, los que efectivamente convierten derrotas en triunfos, efímeros y necios triunfos de la burguesía arrastrada y prostituta, que ya sabrá en qué momento pegarles una patada en el culo y ni siquiera darle las gracias por los servicios prestados.

¿Que no se entiende “la estrategia amortiguadora” hacia la liberación nacional y el socialismo? ¿Qué nos enceguece alguna patología ultra infantilista? Manga de rostrudos, saben bien que no existe amortiguación posible. Lo más suave a responderles a estos que nos dicen muy sueltos de cuerpo que “alguien tenía que hacerlo”, lo más suave es ¡SÍ, RENUNCIEN, LOS QUE FUERON AGARRADOS DE HIJOS, SON USTEDES, RENUNCIEN Y NO SEAN GUAMPUDOS!

El pueblo trabajador se los agradecerá toda la vida. Aunque la revolución no tendrá nada que agradecerles, nada más que no sea, parcialmente al menos, un pasado que ustedes mismos se encargan de pisotear.

¿Qué no entendemos, qué? Entendemos todo y todo nos revuelve las tripas.

Honremos a Nuestros Muertos en este día, como lo hacía esta mañana en el Paso Molino un anónimo vendedor ambulante loco de las pulgas, gritando bien fuerte y sin miedo a nada: “¡CUARENTA AÑOS VOTÁNDOLOS PARA QUE UN VIEJO DE MIERDA NOS VENGA A DAR PALOS DE NUEVO!!!”.

Pongo mi firma y también la de CARLOS FLORES, que NO MURIÓ POR UN GOBIERNO REPRESOR DE SUS HERMANOS DE CLASE NI POR SACARLE LAS CASTAÑAS DEL FUEGO A INVERSORES DE MIERDA, BANQUEROS CHORROS, ABUGADUCHOS CORRUPTOS Y CAGATINTAS CHUPAMEDIAS.

Y que “los triunfadores” de fin de año, digan nomás que esto es usar la memoria de los muertos. Que esto son cosas de ultras pirados e irrespetuosos. Que digan lo que se les cante.

La historia no los absolverá. Pierdan cuidado.

Carlos Flores / Gabriel Carbajales / 22 de Diciembre de 2010.-
















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