miércoles, 27 de agosto de 2014

La palabra en la era de la imagen

En la era de la imagen renace la palabra como arma disparada por los medios de comunicación. Aquella forma natural de expresión, elaborada y decorada por pensadores, poetas, políticos y mercaderes, todavía puede dar más de sí misma. Las imágenes que hoy nos inundan, pese a su fuerza representativa, requieren de la palabra para su interpretación.

El cientista político ruso Alexei Mujin, en una entrevista en Russia Today, dice que la tercera guerra mundial está en marcha y es informativa. Las clásicas técnicas en el uso del lenguaje incorporadas desde la retórica antigua a Goebbels, se mantienen como arma efectiva para estimular divisiones, odios y violencia. La información, desinformación, rumor o confusión, según sea el caso, es mecanismo que prepara subjetividades y el terreno para futuras intervenciones. Estados Unidos ha usado la misma herramienta en Afganistán, Iraq, Libia, Siria o Venezuela con resultados diversos siempre moldeados por el mismo patrón. El golpe de Estado en Chile de hace más de 40 años tampoco escapa a esta estrategia.

Pese a la claridad de las brutales imágenes de la población masacrada en Gaza, Israel justifica sus ataques mutando los discursos en un relato orientado a líderes políticos y hacia la opinión pública estadounidense y europea basado en clásicas técnicas de lenguaje. Un artículo publicado en The Independent relaciona las vocerías del gobierno de Netanyahu con los mecanismos de comunicación de Frank Luntz, académico estadounidense experto en encuestas y estratega político de los republicanos cuyo libro La palabra es poder ha influido no sólo a publicistas y políticos, sino se ha convertido en parte de la estrategia comunicacional israelí.

Al observar este texto no hay nada nuevo. En apariencia es un híbrido de las numerosas técnicas de la comunicación y publicidad, en el que pueden hallarse frases e ideas tan simples como “lo importante no es lo que dices sino lo que la gente entiende” o “usa palabras que funcionen”, las que “tienen que entrar por la emoción”. Se trata de repensar la comunicación en clave del receptor, del espectador, porque “las palabras no dicen sólo lo que nosotros creemos que dicen; dicen también, sobre todo, lo que nuestros oyentes creen que dicen”.

Una imagen, por muy evidente que nos parezca, requiere del lenguaje para completar su sentido, para cerrar su interpretación. El reforzamiento de este relato, reiterado e incorporado como referencia informativa cotidiana por los medios de comunicación, se convierte en realidad. Mediatizada, inducida, pero cumple sus funciones como verdad.

Los medios, publicistas -y por cierto que los gobiernos-, entregan la clave para resolver el enigma de las imágenes que nos enceguecen por medio de la palabra, que es deseo, fuerza, acción o reacción. Si para vender los 4x4 se requieren varios millones de dólares en publicidad, otros tantos se necesitan para desestabilizar un país. En ambos casos, es simple lenguaje e imagen sobre los deseos y nuestros miedos más profundos.
Nada muy nuevo se rescata de estas técnicas que sobre la base de variables muy básicas crean escenarios. Elementos enfrentados, temores y enemigos, aquellos que podemos encontrar desde los relatos míticos, al cine y los video-juegos, hoy se elevan por las redes sociales impulsados por los gobiernos, agencias especializadas y medios de comunicación. Dualidades trabajadas durante la guerra fría, como el polo libertad-comunismo, hoy integran la dupla terrorismo-antiterrorismo.

La idea de una guerra mundial no sólo es informativa, sino complementa a la guerra tradicional, como hoy sucede en Ucrania y gran parte de Oriente Medio. La desinformación, que va acompañada por el odio y el miedo como elementos atávicos, ancestrales, es el preámbulo de la violencia.
En la guerra la primera víctima es la verdad. Y hoy, con las ubicuas tecnologías de la información en manos de grandes medios fusionados con los intereses económicos, una estrategia similar se reproduce en diferentes latitudes.

Paul Walder

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 810, 8 de agosto, 2014)

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